domingo, 20 de diciembre de 2009

Aceite Puro


Era igual a todos los aceites, con el mismo olor y sabor. El contenido de esa pequeña jarra de aceite no se diferenciaba en nada de cualquier otro aceite de oliva virgen, de primera prensa. El único detalle distinto era que llevaba el sello del sumo sacerdote, lo que significaba que era ritualmente puro. Pero, para encender la menorá en el Templo Sagrado los judíos insistieron en usar únicamente aceite ritualmente puro y ningún otro, precipitando así el bien conocido milagro de Janucá.

"Ritualmente puro." ¿Y qué significa eso? ¿Cuáles son las propiedades que tiene una muestra de aceite de oliva ritualmente puro que los demás aceites no tienen? ¿Qué pruebas de laboratorio pueden ser llevadas a cabo para medir los grados de pureza ritual? No existen análisis de este tipo. La pureza ritual es un estado que no tiene equivalente en el universo físico; existe solamente en el mundo del espíritu.

La tenacidad judía por cumplir con sus severas leyes de pureza e impureza volvió locos a los racionalistas griegos. Fue por este motivo que, al saquear el Templo Sagrado, contaminaron todas y cada una de las ánforas de aceite que pudieron encontrar. El empecinamiento de los judíos los exasperaba. ¿Por qué era que los judíos insistían en vivir en una realidad que nadie más podía percibir, imposible de verificar por pruebas empíricas? Presenten una prueba, traigan una evidencia que el aceite de oliva "puro" es realmente más refinado o superior al aceite "contaminado" y aceptaremos vuestro ritual religioso. Pero los judíos no podían presentar ninguna prueba terrenal que demostrara que este aceite tenía alguna diferencia con los demás aceites. Lo único que tenían era su fe en una norma que solamente existía en el ámbito de su espíritu.

Pero no olvidemos que a los griegos el mundo del espíritu no les era ajeno. Ellos tenían su cultura, refinadamente desarrollada con drama, arte, filosofía y religiones, que puede rivalizar con cualquier tema de la época actual. Pero su estética tenía una lógica determinada; apelaba a los instintos humanos. Los judíos se regían por normas que no se adaptaban a ningún sistema del pensamiento humano. Sin necesidad alguna de justificarse declaraban su fidelidad a un Señor que estaba por encima de la lógica y la comprensión humanas.

No mucho ha cambiado en los 2.000 años de existencia judía desde la historia de Janucá. Como mujer observante, a menudo esquivo las preguntas que me hacen algunos extraños curiosos, generalmente amistosos, acerca de mi estilo de vida. Esas preguntas no me incomodan en lo más mínimo; en realidad, disfruto de los desafíos que me plantean. Pero, en esas preguntas percibo ecos de los antiguos griegos. "¿Cuál es el sentido de cubrir tu cabello con una peluca que es tan atractiva como tu cabello propio?" "Las leyes de kashrut pueden haber tenido sentido antes de la época de la refrigeración y la higiene. Pero, en el mundo actual ¿qué es lo que hace que la carne kasher sea diferente de la no kasher?" "Entiendo que el Shabat es un día especial de la semana. Pero, ¿es que encender la luz es un asunto tan serio?

Hago lo posible por contestar a estas preguntas sincera e inteligentemente. Sin embargo, antes de poder formular una respuesta para otra persona, primero tengo que preguntarme, ¿por qué? Y en realidad ¿por qué sigo estas leyes? ¿Qué es lo que me impulsa a observar el Shabat, a solo comer kasher, o a mantener las complejas leyes de pureza familiar? A medida que me planteo estas preguntas me doy cuenta que todas las hermosas y elocuentes explicaciones que encuentro no expresan realmente la razón medular por la cual mantengo los preceptos. No es que las respuestas no sean verdaderas; todas son absolutamente sinceras. El Shabat es verdaderamente una experiencia magnífica, un día que me da aliento y fuerzas para poder enfrentar la semana que se inicia. Mantener la kashrut me ayuda a ser más consciente del acto de comer y eleva todas mis funciones físicas a un plano más alto. Observar las normas relativas al recato realza mi relación con mi esposo y nos une más. Pero ninguna de estas razones puede realmente explicar por qué observo estas normas. ¿Cuál es la verdadera motivación, el "por qué" que está detrás de mi observancia?

Se trata de un sentimiento que no es muy sencillo de explicar, en especial si la pregunta la plantea un extraño en un tono ligeramente burlón. Suena casi grosero, demasiado obvio y sin sofisticación declarar que observo las normas judías porque soy judía y D-os así me lo ordenó. Como judía del siglo XXI, todavía estoy en lucha con mi enemigo interior, la encarnación moderna del antiguo griego que ridiculiza las claras manifestaciones de fe. Ese griego interior se siente a gusto con las explicaciones racionales, culturales o psicológicas de los mandatos de D-os. La observancia basada en la fe suena temible y fuera de contacto con la realidad.

Pero de eso se trata, como judíos nunca hemos estado en contacto con la realidad de los demás, ya sea moderna o diferente. Ser judío significa tener una conexión con una realidad que está fuera del alcance de la vista, de los sentidos físicos; una realidad en la cual la diferencia entre lo puro y lo impuro, kasher o no kasher, Shabat y día de la semana, es evidente e intuitiva. El milagro de Janucá que conmemoramos cada año es una celebración de esa conexión esencial que tenemos con aquello que está más allá de la razón.

Como dije más arriba, para mí no es sencillo expresar mi fe en palabras. Las palabras sirven para comunicar pensamientos, conceptos, filosofías. Cuando mi realidad es diferente de la tuya, es mediante palabras que tratamos de tender un puente por encima de la brecha. Pero la fe que está dentro mío, mi ligazón espiritual con D-os, es la misma que sientes tú. Las mitzvot no son una filosofía; son nuestra vida, nuestra esencia. Es por eso que, en realidad, las mitzvot no pueden ser explicadas. Es necesario sentirlas, experimentarlas a través de actos físicos tangibles. Como poniéndose los tefilín. O dando dinero para fines benéficos.

O encendiendo una vela. Esa es otra pregunta del tipo "por qué" que a menudo surge en relación a Janucá. Es una festividad muy cálida, una preciosa alternativa a todo el brillo comercializado que nos rodea. Podemos celebrarla en nuestros hogares, compartir latkes y sufganiot, jugar con el dreidel y cantar Maoz Tzur. ¿Pero por qué se hace tanta publicidad? ¿Por qué se colocan enormes menorot y se hacen celebraciones? ¿Por qué la ley judía impone que debemos encender la menorá frente a una ventana o en la puerta, a una hora de la noche en que quien pase delante la pueda ver? La respuesta es en realidad la culminación de todas esas preguntas del "por qué": porque no alcanza con mantener mi fe escondida en lo profundo de mi corazón, como un tesoro. No puede permanecer sólo "allí arriba", en la dimensión espiritual. Debe ser expresada y articulada: tiene que encontrar su hogar en el mundo físico, el mundo común y corriente.

Encendemos las luces de Janucá en público para hacer una orgullosa declaración a todo el mundo, a extraños curiosos y a griegos burlones por igual: somos el pueblo judío y estamos aquí para quedarnos. Estas luces atravesarán la oscuridad del mundo y nunca serán extinguidas.

Chava Shuchat vive en Brooklyn, Nueva York, es madre de cuatro niños, maestra y escritora independiente.

¿Por qué nos Enamoramos?



En la búsqueda de encontrarle sentido a nuestra sexualidad, se debe mirar hacia el origen, ¿De dónde proviene nuestra sexualidad?
Me gustaría referirme a dos concepciones sobre la materia. Una es la científica, para luego compararla con la concepción de la Torá, específicamente con la perspectiva Cabalístico -Jasídica.
Existen numerosas teorías secular-científicas de la sexualidad. Desde la perspectiva de lo biológico o la teoría de la evolución por ejemplo, nuestra sexualidad deriva del hecho que la perpetuación de la especie se logra a través de la relación sexual entre macho y hembra. Por tanto el macho buscará la hembra que es más fértil y que le dará la descendencia más sana, y la hembra buscará un macho que le proporcione la semilla más sana, que es la más viril y que protegerá la criatura.
Lo que esta teoría dice en esencia es que detrás de la mística y la belleza, el romance y la sensualidad en la cual viene envuelta la sexualidad humana - detrás de todo hay una fuerza primaria: la necesidad de existir y de perpetuar esa existencia. El hombre moderno no está preparado para pensar de si mismo como una máquina reproductora para concebir hijos. Entonces para producir la unión de dos seres, la biología y la evolución han conspirado en imbuir el acto sexual no solo con nacer, sino también con una mística que nos compele hacia un viaje romántico.
Los elementos de la sexualidad humana - el romance, las flores, la música, el claro de luna - no son sino formas en que la naturaleza hace que dos personas se junten. Dos seres cortejándose uno al otro son esencialmente como dos abejas que lo hacen. Una abeja emitirá sonidos de un modo o liberara determinado olor, pero estas solo son tácticas para que se emparejen y tengan descendientes. La naturaleza es despiadada y debe prevalecer, por lo tanto encuentra los medios para que macho y hembra se apareen.
Este es básicamente, el concepto científico de la sexualidad humana. Ahora la contrastaremos con la perspectiva de la Torá.
La Base de la Atracción Física
La concepción de la Torá de la sexualidad humana está expresada en los primeros capítulos del Génesis, en donde se establece que la atracción entre los seres humanos se produce por una fuerza totalmente diferente: la búsqueda de la imagen divina, de la quintaesencia del ser
La Torá describe al hombre como creado originalmente como un ser andrógeno "Hombre y mujer Los creó... y Los llamó; hombre Adam". Luego Di-s dividió esta criatura doble en dos partes y desde entonces las mitades divididas de la imagen Divina buscan y anhelan su otra mitad. No son individuos a medias, el hombre es una personalidad en su totalidad y la mujer, también. Pero existen elementos en su persona trascendental, en su completación, que permanecen incompletos, si no se encuentran uno al otro. Hay algo que falta en cada uno de ellos, una vez fueron parte de un todo.
Para ponerlo en términos más místicos, están realmente tratando de ser uno con Dios. La raza humana es en esencia una entidad, una singularidad hombre – mujer - Cuando hombre y mujer se juntan en una unión marital, recrean la imagen Divina en la cual ambos fueron creados como uno.
Energías que se Complementan
Las enseñanzas de Cábala llevan eso más lejos. De acuerdo a la Cábala, estas son dos formas de energía, que en su expresión más abstracta, son la energía interna y la energía externa. La energía femenina y la energía masculina existen en todo hombre y en toda mujer y en todas las partes de la naturaleza. Aun la Divinidad es descrita a veces en términos femeninos y otras en términos masculinos.
Contrarios a la percepción común del carácter patriarcal que se tiene de Di-s en la Biblia, muchos de los atributos Divinos son femeninos, tal como el de la Shejiná que es la dimensión femenina de la Divinidad.
Así lo que se tiene aquí es la división en dos energías y la inclinación y el anhelo de convertirse en un todo. La raza humana fue creada según la imagen Divina pero esa raza es la mitad masculina y la otra mitad femenina, y a través de su unión se convierte en ese gran todo, la imagen divina que busca la unión con Di-s, que desea una realidad superior.
Esta es la esencia de la atracción sexual. Esa atracción que se manifiesta en muchas sensaciones físicas, desde la aceleración de los latidos del corazón hasta la atracción física a otra persona; es esencialmente la atracción del hombre hacia la mujer y viceversa, para ser un todo de naturaleza divina, conectada con su fuente que es Di-s. Realmente nunca estuvieron totalmente separados, pero en el nivel consciente es posible que la persona transite en un camino egoísta, de narcisismo individual. Pero de repente siente una voz interior que le dice: “anhelo algo más grande". Cuando un hombre es atraído por una mujer, o una mujer por un hombre, puede parecer un hecho biológico muy natural, pero desde un punto de vista judaico, el de la Torá, no es sino la manifestación física de una atracción espiritual muy profunda.
Esto no significa que el concepto de sexualidad planteado por la Torá no está intrínsecamente atado al objetivo de crear nueva vida, es obvio que lo está, pero la perpetuación de la especie no es el objetivo único de la sexualidad. Más bien es al revés, la naturaleza divina de nuestra sexualidad- el hecho que la unión de hombre y mujer completan la imagen divina en la cual fueron creados- es lo que nos proporciona el poder de traer vida a este mundo.
No solo Perpetuar la Especie
Entonces hay algo divino sobre la unión misma. Eso se refleja en la Halaja (Ley de la Torá) que extiende la santidad del matrimonio también a aquellas circunstancias en que la generación de descendencia no es tina posibilidad (cuando un hombre o una mujer tienen una edad mayor a la que permite concebir hijos, o que están físicamente impedidos para tenerlos). Si la sexualidad, solo fuera un asunto de procrear hijos, se podría argumentar; "Hey, si no hay perpetuación de la especie, cuál es la importancia del matrimonio y la sexualidad, solo un placer egoísta? ¿Dónde está la santidad?" La respuesta es "si", la sexualidad en tanto que sexualidad, es santa. La unión de un hombre y una mujer, es un acto Divino, una experiencia de divinidad.

¿Cuál es la Importancia de la Ketuvá?


Los sabios enfatizaron y fueron muy exigentes respecto a la ketuvá, ya que le está prohibido a la mujer permanecer con el hombre sin ese documento.

Para ejemplificar el valor de la ketuvá - tanto como documento de protección económica como de freno a la disolución del vinculo matrimonial ante conflictos que pueden resolverse, recordemos dos halajot básicas del casamiento según la Torá:
A- Se permitió la poligamia. Al primero que se lo limitó fue al rey: "Tampoco se multiplicará mujeres para sí, para que su corazón no se aparte, (del Eterno)' (Deuteronomio 17:17). Esta limitación al rey le permitía casarse hasta con 18 mujeres: en el momento que el rey David tenía seis mujeres el profeta Natán le dice: "Y por si eso hubiera sido poco - yo te hubiera agregado - en total 18 mujeres (II Samuel 12:8). El rey Shlomó, que tenía mil mujeres y concubinas exageró y provocó que al final "sus mujeres hicieron desviar su corazón hacia otros dioses".
Nos podemos imaginar los conflictos y la suerte de las múltiples viudas, cuando el marido fallecía: comenzaban las riñas sobre la herencia, que casi siempre eran violentas y provocaban injustos despojos, abandonos y discriminaciones.
B- Según la ley de la Torá no se puede consagrar a una mujer sin su total consentimiento, pero se podía divorciarla aún sin su acuerdo. A pesar de esa norma primigenia, se limitó al hombre la posibilidad de conceder un divorcio sin una razón válida, pero, aún así, los derechos de la mujer no eran suficientemente respetados.

Estas dos autorizaciones - la poligamia y el divorcio sin el consentimiento de la esposa - creaban graves problemas y conflictos económicos. La ketuvá es el documento que trata de solucionar parte de estas dificultades. Al fallecer el marido la mujer presentaba la ketuvá y con ello obligaba a los herederos o a los ejecutores de la herencia a pagarle el monto que estaba estipulado, antes de repartir los bienes entre los herederos.

La ketuvá también servía para evitar divorcios, ya que obligaba una indemnización muy importante. Cuando el matrimonio pasaba por crisis, el documento de la ketuvá era el aviso que llegó el momento del pago. Este documento hacía que las tensiones se regulen y así se evitaban divorcios precipitados y en definitiva innecesarios ya que después de la crisis, si la misma no era profunda, podían reiniciar una feliz vida en común.
Pero si el matrimonio se convertía en un callejón sin salida, la solución era el divorcio. La ketuvá otorgaba a la mujer una base económica para los primeros pasos en su camino independiente.
La Importancia de la Ketuvá en Nuestros Días

Los anatemas de Rabenu Guershom Meor Hagolá (965-1028 o 1040) y los decretos por él promulgados, consolidaron la fuerza e importancia de la ketuvá. El decreto de Rabenu Guershom que prohibió contraer matrimonio con más de una mujer, logró que en caso de la muerte del marido quedara solamente una viuda supérstite - y de esta manera no existían disputas ni competencias sobre los bienes. (Rabenu Guershom promulgó un decretó que lamentablemente tuvo poco eco en el público: el anatema del marido y de los testigos si él divorciara a la mujer contra su voluntad).

En nuestros días es necesario el consentimiento de la mujer para el divorcio de la misma manera que para el matrimonio. De cualquier manera el monto de la ketuvá no obliga a demorar el divorcio y esa suma de dinero no representa una garantía suficiente para la mujer divorciada, que puede agregar condiciones y exigencias de vivienda, alimentos y manutención mensuales para la aceptación del divorcio.

De aquí que el monto, fijado por el novio en la ketuvá, lo comprometa de alguna manera y posea valor. Sin embargo, no tiene una importancia concreta y práctica y no justifica la disputa que se produce muchas veces entre las familias en las vísperas de la boda, cuando exageran erróneamente la trascendencia del monto de indemnización que se colocará en el contrato